Luna Roja


Bañada por la luz plateada, sintió que los zarcillos del tiempo abandonaban su conciencia, pero que el rayo de vida que le conectaba con todas las demás mujeres que contemplaban a la Diosa Blanca seguía allí: estaba emparentada con todas ellas; formaba parte de una hermandad que había percibido la llamada de la luna y había respondido a ella. Las tierras, el lenguaje y las culturas del mundo podían ser diferentes, pero todas las mujeres miraban la misma luna y estaban unidas por su luz y sus mareas.